martes, 14 de octubre de 2014

Honorarios profesionales: La "prostitución" de la profesión

Como todos sabemos, corren malos tiempos para los profesionales del sector de la construcción. El descenso considerable de trabajo y la gran cantidad de personal cualificado está desencadenando la “lucha” entre profesionales por la materialización del mismo. Y, ¿Cómo se pretende ganar esta “lucha”? Con la reducción de honorarios, hasta el punto de llegar a “prostituir” la profesión.

En España, los honorarios profesionales de arquitectos y arquitectos técnicos no están reglados por un baremo, es decir, son libres para cada profesional y se ajustan al servicio que dan. Hay países de la Unión Europea, por ejemplo, en Alemania, donde existen unas tarifas reguladas que dan una idea tanto al cliente como a la propia administración de aproximadamente las tarifas en las que se mueven los profesionales que pretendemos contratar, impidiendo que se trabaje por debajo de ciertos límites o por el contrario, muy por encima.

Generalmente el presupuesto de honorarios va en función de los m2 de la construcción y el trabajo a realizar. Cada profesional es libre de valorar su trabajo como convenga, pero sin llegar a sobrepasar unos límites bajo los cuales se comienza a infravalorar el trabajo que realizamos, no llegamos a cubrir los gastos mínimos y resulta casi imposible arrastrar con la carga del sistemas de garantías que establece la LOE, de responder ante posibles defectos de proyecto u obra durante un periodo de diez años, lo que viene a ser “prostituir” la profesión.

Los arquitectos y arquitectos técnicos, tenemos una responsabilidad civil decenal de cada obra, es decir, si surge algún problema en el trascurso de la obra o en un periodo de diez años desde la finalización de la misma, somos los responsables. Para eso pagamos el seguro durante esos diez años y si no lo cubre, es el implicado, arquitecto y/o arquitecto técnico, el que puede perder la casa o, en caso de que exista responsabilidad penal, pagarlo con la cárcel.

Resulta un lastre en el desarrollo de la profesión, puesto que la responsabilidad civil la asumen las personas y no las empresas. En caso de que en esos diez años que cubre el seguro la empresa desaparezca, el responsable es el arquitecto o arquitecto técnico que realizara el trabajo, siga en activo o no.

Además del gasto del seguro, como profesionales libres, tendremos una serie de gastos que también hay que cubrir como: seguro de autónomo, cuota colegial, prima complementaria del seguro de responsabilidad civil (implícita de cada intervención) que variará en función de los m2 y de la intervención, gastos propios de oficina (agua, luz, alquiler…), material de oficina (papel, tinta, mantenimiento impresoras…), teléfono, combustible…un sin fin de gastos que también hay que pagar.

La crisis, tanto económica como inmobiliaria, está generando que los profesionales compitamos en coste y no en calidad. Hay compañeros que están tirando los honorarios por los suelos realizando presupuestos de honorarios hasta tres veces por debajo de la media.

Un ejemplo de ello son los certificados energéticos. La entrada en vigor del Real Decreto 235/2013 de 5 de abril, por el que se aprueba el procedimiento básico para la certificación de la eficiencia energética de los edificios, ha supuesto una nueva fuente de ingresos para muchos profesionales. Sin embargo, la bajada en los precios ha llegado a ser tan alarmante que desde los colegios profesionales se ha advertido del peligro de dichas bajas. 

El precio medio de los certificados para pisos está en torno a 200 euros (http://www.elconfidencial.com/vivienda/2013/04/06/la-pregunta-del-millon-cuanto-cuesta-un-certificado-energetico-118261). Sin embargo, en portales como Groupon o Groupalia, se ofrecen descuentos de hasta el 70%, o páginas web donde el precio medio para una vivienda de 60-100m2 es de 45€.  Precios que sin lugar a duda dejan a los verdades profesionales fuera de juego. 

En el siguiente enlace aclaran un poco el “juego” de estos portales web con la venta de cupones de descuento.


En fin, cada uno que juzgue…









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